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¿Intolerancia, justificación o responsabilidad?
Reflexiones sobre un afiche roto - Modelo, ejemplo, compromiso


Santiago de Chile
lunes, 16 de noviembre de 2009



Intolerancia y justificación
Un recuerdo. Italia del norte, primeros años noventa, escrutando votos de una urna electoral. Dos tipos de signos: uno tembloroso, pálido, indeciso sobre el simbolo de la vieja DC (Democrazia Cristiana), el partido mayoritario en ese entonces, el otro decidido, marcado, violento sobre el simbolo de la nueva Lega Lombarda, una gran energía de protesta que se acumulaba. La lástima es que esta energía era el reflejo de intereses particulares y se canalizó inevitablemente en el riel de la intolerancia y del racismo.
Años después, cuando ese mismo partido llegó al gobierno y sus proclamas eran "autorizadas" por el cargo y legalizadas, propiciaron el espacio a las justificaciones de quien en la sombra, en la soledad, nunca tuvo el valor para manifestar publicamente sus actos y pensamientos, por temor, por conciencia, por educación. Los actos violentos, justificados por las palabras de los politicos en el gobierno, se multiplicaron. Golpear a los "extracomunitarios", quemar un campo de nómades parecía una cosa correcta.

"Intolerancia", entonces, como falta de respeto hacia las diversidades, las ideas y culturas distintas, exasperación del egoismo, del particularismo, del individualismo. Como lucha contra las energías positivas, exteriores, que aportan novedades, visiones diversas. Como arma, escudo y pared para impedir invasiones fisicas y culturales al pequeño mundo de reglas y convenciones y para mantener el sistema social cerrado y bajo control.
Intolerancia, típica de los regímenes autoritarios y propagandísticos, donde la regla es quemar libros, impedir al "enemigo" expresarse, presentar, difundir y divulgar sus ideas. Donde la mentira sistemática, la injuria y el insulto se utilizan como defensa y para enmascarar la propia falta de propuesta, compromiso y linealidad. La indiferencia y la burocracia como desesperante rechazo.
Intolerancia que lleva rápidamente a la "justificación", como cuna de la falsedad, de la ambig?dad. Justificación que destruye gratuitamente la creación y el trabajo de los demás, sin críticas constructivas, por un gusto personal gratuito y a veces patológico. Cortina que contribuyendo a la inercia, impide la experimentación y la posibilidad de encontrar un camino virtuoso.
¿Qué pasa cuando una decisión política, cuestionable o no, valida una acción violenta de desprecio? ¿De quién es la responsabilidad? ¿De el que actua o de los que lo autorizan con sus indicaciones?

Intolerancia, justificación y propaganda, utilizando el "modelo", cultural, social, geográfico, impuesto también a través de los canales y medios de información. No se hace lo que se piensa correcto según una visión personal y original de la realidad, siguiendo las experiencias propias, sino que se copia y se sigue sin cuestionar lo que el modelo presenta y que parece funcionar para permitir la integración a un sistema social, no importa si se comparte o no, para alcanzar quizás el éxito, la visibilidad.
Antes de encontrarse cara a cara con la urgencia de decidir el propio futuro y la forma del propio actuar, antes de manifestar las propias convicciones, habría que tener el tiempo y la posibilidad de conocer, vivir espacios sociales y educativos donde poder pensar, experimentar y explorarse en profundidad. El ritmo de la vida, de la realidad, de los compromisos, de las mil cosas que hacer, de "el tiempo es dinero" no permiten pararse y pensar. Pararse y pensar, una de las más grandes conquistas posibles del ser humano.
Modelo, se decía, ruidoso, propagandístico, devorante, violento, mentiroso, que es muy distinto del "ejemplo", que a veces no tiene palabras, sino actos silenciosos y poderosos, que, si sabemos escuchar, invitan a meditar, a cuestionarse, a la imitación virtuosa.


Responsabilidad
En relación con todo lo anterior, creo que sería importante que quien se preocupa de gobernar, dirigir, administrar a un grupo social, en todos los niveles, se detenga un poco y reflexione sobre su papel... sobre la relevancia del modelo y del ejemplo... sobre la importancia de las palabras y de los actos públicos y de cómo esas palabras y actos, si son poco claras e imprecisas, pueden malinterpretarse e influenciar hasta justificar reacciones descontroladas de los "administrados"... sobre la necesidad de decir las cosas con transparencia, con coherencia, cara a cara, para evitar esas malas interpretaciones o suposiciones erróneas... sobre el valor de sus pensamientos, responsabilidades y respeto de los compromisos... sobre la importancia de manifestar una posición propia y de cuidar el bien de los que forman el grupo social, independientemente de los intereses personales... sobre la capacidad de relacionarse, dialogar con equilibrio con los que piensan distintamente, sin imponer su voluntad, sino que presentando su visión...
A veces, frecuentemente, casi siempre, en algunos, en muchos ambientes político-directivos parece difícil encontrar personas que den la cara, que digan realmente y exactamente lo que piensan, sin esconderse detrás de un "no es mi culpa" o "no fue mi decisión". La causa de lo que no funciona siempre depende de los otros, las cosas siempre hay que pedirlas a otros, y estos otros repiten lo mismo, sin solución de continuidad, en un círculo vicioso... hoy aprendí el dicho "jugar al compra huevos"... vivir a la sombra es una ayuda y una comodidad.

Entonces "responsabilidad", como compromiso, coherencia, claridad, altruismo, hermandad, participación, apertura a la diversidad, solidaridad, como lucha contra las sombras, las cosas poco limpias y los actos escondidos.


¿Y en el campo de la cultura?
Creo que las mismas preguntas y problematicas tendría que enfrentarlas un hombre de cultura, un intelectual, un profesor. Sobretodo si tiene un papel propositivo, de coordinación, de dirección, de educación.

Imaginemos un país, quizás en dificultades económicas, y en ese país hay una casa de estudio que tiene un solo profesor de una materia específica, quizás creativa, y que ese rol de profesor es lo que le permite vivir con tranquilidad, comer todos los días, ser respetado y tener una consideración social importante. La necesidad "natural", fruto del instinto más que de la razón, es aferrarse a su espacio sin abrir otras posibilidades, evitar que los demás puedan apropiarse de su lugar, tomarlo, ahora o en el futuro. Ese espacio se mantiene también con la técnica de impedir que sus alumnos tengan la oportunidad de descubrir que existen cosas distintas respecto a lo que él dice, que él impone... impedir que tengan la posibilidad de relacionarse, de experimentar, de crecer, de independizarse, de volar... impedir que tengan la ocasión de dialogar con otros, de ver las cosas de puntos de vista distintos, personales y originales.
Creo que un lugar así es muy triste y a muchos no le gustaría, pero es común, se encuentra con más frecuencia de lo que se piensa, en todos los niveles, también en países con más recursos económicos y considerados ejemplos o, mejor dicho, modelos. No es el aspecto económico sino las posibilidades de apoyo a la cultura y a la educación, de desarrollo y trasmisión de la libre creación artística, las que unen y quedan de una sociedad, las que permiten a un grupo social proponerse y así existir.

Desde otro punto de vista parece como el jugador de ajedrez, que para ganar siempre ni intenta enseñar a otros las técnicas, las tácticas, y se lamenta, casi con presunción, de no tener adversarios. Eso instaura el sistema muy europeo del control y de la competencia absoluta, insana, destructiva, la misma que invita también a los niños a acercarse a la música bajo esta visión, en competencia con sus compañeros, sin otras perspectivas, hasta que la selección destruye el gusto de tocar.

Entonces, ¿cuál podría ser una posibilidad para crear alternativas a un sistema de ese tipo?
Respuesta difícil y que quizás pasa más a través del ejemplo que de las proclamas.


Proyecto
Por mi parte, las actividades que propongo en el marco del proyecto "Germina.Cciones... - primaveras latinoamericanas" y que se desarrollan a lo largo del continente latinoamericano son una posible respuesta, quizás visionaria e idealista, a estas problemáticas.
Crear espacios de diálogo, de oportunidades, donde músicos y no solo músicos puedan encontrarse, escuchar opiniones distintas. Crear grupos "reales", en contacto entre ellos, contra la difusión siempre más presente de los grupos "virtuales", productos de un sistema social que ilusiona el estar en contacto con el mundo entero, exasperando al contrario la soledad. Un hombre aislado se controla mejor. Espacios para favorecer la posibilidad de crear juntos, compartir. Este compartir que se encuentra en muchas esquinas del continente latinoamericano, en las fiestas tradicionales, en la manera de relacionarse con las cosas, con la vida, en la solidaridad con los demás en dificultad, en la lucha contra las injusticias, en la identidad. Compartir y solidaridad, que a veces no entran en la instituciones académicas. Compartir y solidaridad, que se relacionan estrechamente con el compromiso, con un real compromiso.

¡Claro! Una propuesta de este tipo puede hacer reaccionar algunos ambientes que se sienten amenazados en sus seguridades y exasperar la intolerancia, fomentar la justificación.... pero a la vez es contagiosa, invita a la colaboración para intentar crear un mundo ideal, de responsabilidades, donde el ejemplo y el compromiso florecen.

Para concluir, pienso que todo pasa a través de la capacidad de hacerse responsable, de luchar contra las propias justificaciones. Es facil decir "¡ésto no me gusta!", más difícil preguntarse "¿Por qué no me gusta?" y asumirlo. La vida está llena de justificaciones, que impiden una relación transparente y equilibrada con los demás y las cosas, que impiden el desarrollo de la personalidad y el encuentro con su propio camino.
Sin embargo hay que seguir adelante con responsabilidad, anunciando espacios, proclamando nuevas posibilidades e invitando a compartir, como lo hacía un pobre afiche, roto por un gesto de injustificada intolerancia.



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