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Concursos y competencias
¿Qué pasaría si en Bolivia se organizara un concurso con un premio de 30.000 euros para escribir una obra para tarkas, zampoñas y quenas?


Como (Italia)
martes, 22 de diciembre de 2009



Premisa
En Europa la exasperación de las competitividades, que se manifiesta también en el campo educativo y escolar, está seguramente presente en el camino profesional de un músico, también en sus inicios, y se manifiesta sobretodo en la idea del concurso, al punto que muchos estudiantes de composición e interpretación no todavía formados componen partituras y preparan repertorios con la clara intención de participar y ganar un premio.
Otro aspecto evidente es que las casas de estudio dificilmente logran crear oportunidades para que sus alumnos tengan la ocasión de escuchar las obras que componen en sus carreras escolares, ojalá involucrando en la ejecución los estudiantes de interpretación, que de esta forma tendrían una experiencia de acercamiento a las técnicas instrumentales actuales. Eso también favorecería, en el alumno en formación, el aprendizaje de la capacidad de colaborar y compartir experiencias, alimentando un círculo virtuoso que podría mantenerse y desarrollarse en el curso de la carrera profesional.

No estuve ajeno a todo esto y puedo aportar a la temática con mis experiencias.
Ya antes de finalizar el ciclo de mis estudios de composición participé en muchos concursos, porque me decían y lo creía que, más allá del premio en dinero, esta era una manera de conocer intérpretes y participar en festivales. Como en Europa, igual que en muchos otros lugares del mundo, no hay un real ayuda a la música y a la creación contemporánea, un compositor que termina sus estudios tiene que encontrar personalmente oportunidades para poder llegar a los otros, al público, buscar ocasiones para completar su proceso creativo con la ejecución de la partitura, y el concurso se propone e impone como una alentadora, pero a veces quimérica posibilidad.
Al fin gané muchos premios y por eso viajé mucho, así e que no tenía practicamente el tiempo, por ejemplo, para seguir a dedicarme también a la profesión de intérprete. Terminé mi carrera de instrumento, realicé algunas actividades como guitarrista, toqué instrumentos antiguos, pero después me dediqué completamente a la composición. Una sentencia normal que se escuchaba era que, dejando a lado el aspecto interpretativo, para tocar un instrumento "profesionalmente" hay que ser tecnicamente mejor que los otros y eso implica tener a disposición mucho tiempo para estudiar, para mantener y desarrollar las propias capacidades técnicas. Otro sacrificio occidental al altar de la exagerada competencia, que, para alcanzar una utópica perfección, mata a menudo el gusto de tocar.


Otras opiniones
Ahora se presenta una pregunta: ¿Es posible componer una partitura, por ejemplo para orquesta, y ganar un concurso internacional sin haber tenido la oportunidad de escuchar antes ni una de las composiciones propias?
Probablemente la respuesta es afirmativa porque eso ocurre, pero esa obra es el fruto de la teoría, del análisis, de las investigaciones formales y técnicas de otros, no de una experiencia personal real. Experiencia que se enriquece con una relación directa con los intérpretes, con los instrumentos, con el público y las distintas posibilidades de escucha de una composición, con la experimentación a nivel formal, de equilibrios y contrastes.
Todo esto pasa a través de las oportunidades que las casas de estudio logren crear para la ejecución de las partituras de los estudiantes, que debería ser una prioridad junto a la sensibilización de los alumnos de interpretación hacia las técnicas y estéticas actuales.

Muchas veces encuentro jóvenes compositores latinoamericanos que dicen tener como objectivo el ganar un concurso en Europa. La verdad no entiendo completamente cuáles son las motivaciones de tal afirmación si no la consecuencia de modelos occidentales presentes.

Quisiera evidenciar algunos aspectos.
Independientemente de las estéticas y de la prioridad que la técnica tiene respecto a la expresión, en los concursos de composición occidentales siempre se piden partituras para instrumentales estandard, que probablemente un compositor conoce bien y de los cuales, también si no tiene una experiencia directa, puede encontrar mucha literatura de analizar. Eso produce que un joven europeo componga siempre para los mismos instrumentos y, como no tiene tiempo y oportunidades para profundizar y enriquecerse con otras experiencias, contribuye a la uniformidad general.

A nivel personal, siempre intenté ser lo más original posible y nunca cambié mi manera de escribir siguiendo las distintas estéticas de los concursos y de sus comisiones y, quizás afortunadamente, todo funcionó bien porque, ganando muchos premios, conocí a muy buenos intérpretes, participando en importantes festivales. Funcionó bien si nos quedamos en la perspectiva de la competitividad, pero finalmente pienso que, como para un compositor es determinante este contacto con los intérpretes, quizás se pueda encontrar una manera de relacionarse con ellos distinta y más espontánea y directa que no a través de un concurso.
Un factor discriminante siempre es el lugar del mundo donde uno vive y actua. Donde los directores artísticos de los festivales son políticos, donde los intérpretes dificilmente tienen la libertad de elegir sus programas de concierto siguiendo sus "gustos", el resultado es que frecuentemente las ocasiones que se crean son el fruto del culto la imagen individual, de mediaciones y conveniencias y no de energías y claros convencimientos personales. Aquí no hay espacios para colaboración, diálogo y coparticipación.


Hipótesis
¿Qué pasaría si en Bolivia se organizara un concurso con un premio de 30.000 euros para escribir una obra para tarkas, zampoñas y quenas?

Antes de todo, seguramente el mundo musical internacional se interesaría mucho en esta propuesta y su mirada se direccionaría a esta latitud.

Se decía de la importancia de la experimentación, pero también de cómo muchas veces, por la falta de posibilidades de colaboración entre compositor e intérprete, una partitura es el fruto de conocimientos teóricos y analíticos.
En este caso, por ejemplo, la prioridad sería conocer organológicamente los instrumentos, sus particularidades de entonación y tímbricas, que proponen interesantes problemáticas a nivel de notación, de combinación con otros con afinaciones y características distintas. También la típica costumbre de utilizarlos en "tropa" y en los registros agudos, que no impide experimentaciones en otros registros y búsqueda de efectos tímbricos peculiares.
Entonces la necesidad sería encontrar, conocer y analizar las partituras de los compositores que ya se confrontaron con estas problemáticas, en este caso sobretodo los compositores bolivianos que de pronto se encontrarían al centro de la atención del mundo musical.

Independientemente de quien pueda ganar este fantomático concurso, se crearía un repertorio muy variado y articulado para estos interesantes instrumentos y la oportunidad para los intérpretes de aportar y profundizar algunos aspectos técnicos nuevos, fruto de la imaginación creativa de los participantes, catalogandolos y sistematizandolos. Además, la difusión internacional de este nuevo repertorio abriría buenas oportundades de conciertos para los intérpretes con giras respectivas y experiencias internacionales, que al regreso a sus países podrian compartir con los connacionales interesados.

Hipótesis provocatoria y de dificil realización, pero iniciativas de este tipo creo que se convertirían en oportunidades y posibilidades para contribuir a destabilizar el inmovil centro gravitacional occidental de las actividades internacionales y abrir perspectivas y horizontes distintos a la creación actual.



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